sábado, 13 de marzo de 2010

CAPITULO SÉPTIMO

Estando debajo de una mesa cuando apenas tenia 5 años, se me ocurrió que podría jugar a las escondidas tratando de perder el aburrimiento que me envolvía en ese momento.
solo en casa decidí recorrer pasillos que me se de memoria y sin miedo a atravesarlos camine por toda la casa en busca de un buen escondite.

Busque y busque por todas las formas posibles, me introduje en medio de un viejo baúl cerca a la alacena que mi abuelo había dejado al morir y en el cual siempre solía dirigirse a abrir a sacar raído suéter después de tomar su baño diario.

Me di cuenta que mi espalda estaba retorcida dentro de este y que no podía permanecer mucho tiempo dentro de el ya que su senil olor no me dejaba respirar a voluntad, salí del baúl y me embarque en busca de un nuevo lugar e el cual me pudiese ocultar.
La tarde pasaba sin darme cuenta que mis años iban aumentando, busque y busque dentro de el cuarto de mi hermana pero no pude satisfacer mis ansias de esconderme perfectamente, además me di cuenta después de explorar su recamara que era muy desordenada y que dentro de muchas partes de su pieza existía polvo, arañas y bichos extraños que me hacían cosquillas.

Pasaron varios años, 28 exactamente, y no había podido encontrar un escondite que me fuera de utilidad. mis pies sucios, me pedían a gritos un pequeño descanso pero mi mente era mas terca que una mula.
Atardeceres vi pasar y observe mientras estaba buscando, muchas estrellas mire, las 4 fases de la luna me contaban cada mes lo que les había sucedido, el sol me preguntaba a diario si había podido encontrar aquel dichoso lugar y tristemente le contestaba que no.
Pero sin perder mis esperanzas seguí en la búsqueda.
Una noche una pequeña ardilla entro en la cocina, donde me encontraba en ese momento y me dijo que si quería encontrar un buen escondite debería buscar dentro del árbol de los duendes el cual me regalaría refugio para toda la vida.
Esa idea me nutrió y me movió por dentro animándome aun mas.
Dicho esto le di las gracias a la pequeña ardilla y emprendí la búsqueda de aquel árbol sabiendo que dentro de ese trayecto me podía encontrar nuevas formas de vivir y nuevas experiencias para sentir.

CONTINUARÁ.