solo en casa decidí recorrer pasillos que me se de memoria y sin miedo a atravesarlos camine por toda la casa en busca de un buen escondite.
Busque y busque por todas las formas posibles, me introduje en medio de un viejo baúl cerca a la alacena que mi abuelo había dejado al morir y en el cual siempre solía dirigirse a abrir a sacar raído suéter después de tomar su baño diario.
Me di cuenta que mi espalda estaba retorcida dentro de este y que no podía permanecer mucho tiempo dentro de el ya que su senil olor no me dejaba respirar a voluntad, salí del baúl y me embarque en busca de un nuevo lugar e el cual me pudiese ocultar.
La tarde pasaba sin darme cuenta que mis años iban aumentando, busque y busque dentro de el cuarto de mi hermana pero no pude satisfacer mis ansias de esconderme perfectamente, además me di cuenta después de explorar su recamara que era muy desordenada y que dentro de muchas partes de su pieza existía polvo, arañas y bichos extraños que me hacían cosquillas.
Pasaron varios años, 28 exactamente, y no había podido encontrar un escondite que me fuera de utilidad. mis pies sucios, me pedían a gritos un pequeño descanso pero mi mente era mas terca que una mula.
Atardeceres vi pasar y observe mientras estaba buscando, muchas estrellas mire, las 4 fases de la luna me contaban cada mes lo que les había sucedido, el sol me preguntaba a diario si había podido encontrar aquel dichoso lugar y tristemente le contestaba que no.
Una noche una pequeña ardilla entro en la cocina, donde me encontraba en ese momento y me dijo que si quería encontrar un buen escondite debería buscar dentro del árbol de los duendes el cual me regalaría refugio para toda la vida.
Dicho esto le di las gracias a la pequeña ardilla y emprendí la búsqueda de aquel árbol sabiendo que dentro de ese trayecto me podía encontrar nuevas formas de vivir y nuevas experiencias para sentir.