lunes, 15 de noviembre de 2010

CAPITULO OCTAVO

Tomado el lápiz y el papel el chico Agustín se disponía a realizar su diaria tarea de ciencias sociales que con mucha capacidad y ánimo le guardaba a esa materia, la loza postrada sobre el comedor acabada de utilizar por Agustín, el sol se asomaba intermitentemente con timidez con miedo a que lo lastimaran.

Las ventanas de la casa abiertas y el viento como Pedro por su casa entraba y salía a su disposición, Agustín decidió entonces sentarse entre la sala y el estudio en un viejo mesón que su abuelo había dejado al morir a su padre y éste lo dejó en herencia a su hijo cuando decidió irse a trabajar a los llanos en una obra que el gobierno había predispuesto para construir una nueva vía desde puerto Inírida hasta puerto Carreño.

Agustín como siempre con sus tareas y sus recuerdos de su padre, extrañándolo y anhelándolo mucho escribía en sus cuadernos notas para su padre que emigro hacia las tierras llaneras.

Daban las 3 y 15 de la tarde y el reloj seguía avanzando con ritmo descomunal, la tarea de aquel chico no estaba completada y su concentración se perdía de a pocos. Su mente se iba alejando poco a poco de este mundo real hacia un mundo que él mismo había creado con ayuda de colores, crayones, temperas y tanto mas de materiales, cinta, esparadrapo, vendas, hilos de colores, carros, muñecos, castillos, animales, peluches, pelotas, soles, lunas y estrellas.

Ahora el reloj marcaba con gran exactitud las 3 y 32 minutos de la tarde y Agustín postrado entre la sala y el estudio en su viejo mesón, solo en un pasillo de un olor húmedo y de tez pálida, imaginaba senderos de pasto y frutales con eucaliptos gigantes, luego palmares, océanos y colores y mas colores, su imaginación se iba profundizando poco a poco hacia un sin fin de fantasías inocentes y cálidas, alegres y coloridas.

Las 4 y 57 de la tarde y Agustín se encontraba en un paraíso mental que él mismo había creado ese mismo paraíso que me imagino cuando de pronto, de repente, te me apareces y me miras regalándome una pequeña sonrisa y me permites ahogarme en un pequeño suspiro que sale de tu boca dirigido hacia mí.

Agustín soñando todos los días cuando se dispone a hacer sus tareas crece y se divierte inocentemente esperando a que ese mundo de fantasías se convierta en realidad el día en que su padre regrese a casa.